IES Ramiro de Maeztu, 17 de marzo de 2023
Alumnos ilustres, director del IES Ramiro de Maeztu, profesores, alumnos y exalumnos,
amigos todos de esta casa.
Siento una honda satisfacción al presentar hoy a Luis Ponce de León Barranco en este acto
de homenaje, en esta misma sala de música donde el homenajeado nos ha regalado tantas
veces sus interpretaciones a ese piano.
Vengo, sin embargo, a cometer una injusticia; a dar una calificación insuficiente. Presentar a
Luis con unas pocas notas es privarnos de la sinfonía completa de sus méritos y de sus
bondades.
Revelaré no obstante que el leitmotiv de esta obra inacabada es la forma en que Luis pone
el alma en aquello que toca. ¡Y cuántas áreas, partituras y personas toca! ¡Y qué alma y
corazón grandes!
Conocer a Luis es saberle un gran estudiante, un académico incansable, un sentido y
profundo artista, y un meticuloso y apasionado profesor. En esta casa fue ya un alumno
distinguido de excelente expediente y de reconocida calidad humana entre sus compañeros
y profesores.
Si es cierto que la verdadera ciencia y el arte van de la mano, es así cierto que van de la
mano en Luis; que están, de hecho, en sus precisas manos. En el curso de sus estudios, al
bachillerato internacional le siguió la ingeniería en telecomunicaciones. Los largos años de
conservatorio se completaron con numerosas formaciones y estancias por centros punteros
de todo el mundo, buscando siempre la frontera de su conocimiento y mejorar su técnica y
su didáctica. Contínuamente creando e interpretando. Después de la docencia e, incluso, de
la gestión académica en las enseñanzas musicales de grado medio, vendrían la brillantez
de su tesis —cum laude— y la docencia en el Real Conservatorio Superior y actualmente en
la Universidad Autónoma.
Resulta que él, que podría y puede tantas cosas, se inclinó pronto por la enseñanza. El
saber y el saber hacer que pone en sus libros y obras musicales, en sus manuales y
materiales docentes, son solo la expresión más superficial de su generosidad.
Conocer a Luis es saberle una aún mejor persona; un amigo que sabe escucharte y
orientarte con unas pocas palabras certeras. Luis es además un ejemplo y un estímulo para
los que hemos crecido y aprendido junto a él.
En mi caso, es la primera persona que me ofreció unos apuntes al incorporarme tarde a los
estudios del Bachillerato Internacional; y la que realmente me inspiró a adentrarme con
seriedad en el estudio del inglés, lo que —pasando entre medias por una ingeniería en
informática— me llevó después al extranjero, y finalmente a mi propia docencia y a acabar
dirigiendo la centenaria Escuela Oficial de Idiomas de Madrid, y así hasta a mi ocupación
actual en la administración educativa.
Bien, pues mucho de esto posiblemente, probablemente, no hubiera ocurrido de no
haberme cruzado aquí con Luis, y por este impulso en mi vida quiero darte hoy las gracias.
Estoy, además, convencido de que no soy ni remotamente el único que siente este
agradecimiento. Justo es este homenaje. Luis toca con su huella tranquila pero honda y
seremos ya cientos o miles los compañeros y alumnos a los que ha inspirado.
Poderoso fatum.
Aquellos que estudiáis hoy aquí, no dejéis escapar a vuestros Luises. Hace ya unos años
–digamos veinte o veinticinco, al acabar los estudios del Bachillerato Internacional–
nuestras nuevas vidas podrían habernos distanciado, y tuvo que ser una persona intermedia
quien nos hiciese reencontrarnos para, con los años que mediaron, valorarnos en la alegría
que es realmente la amistad. Asumamos que el destino sabe jugar con cartas marcadas.
Como allá en los primeros años noventa, en un lejano high school californiano donde se
produjo una confusión de asignaturas optativas y Luis tuvo su primer contacto con la flauta
travesera, cuando lo que él realmente esperaba era cursar una asignatura de tecnología.
Ahí fue donde la música encontró a Luis, y ya no lo abandonó jamás; para fortuna de todos.
Hablar de Luis es, en suma, hablar también de cómo encarna algunas de las mejores señas
de identidad de este centro, que es origen de tan grandes oportunidades y que amplía sin
límites los horizontes de quienes tenemos la suerte de haber aprendido en el seno de esta
institución y su comunidad educativa, que ya no abandonamos ya nunca, pues de tantas
formas volvemos a ella. Afortunados de haber aprendido que en la búsqueda del
conocimiento nos encontramos a nosotros mismos y —si somos como Luis Ponce de
León— todo esto que hacemos no solo nos hace a nosotros mismos, sino que ilumina el
camino, alienta el alma y embelesa los oídos de aquellos a nuestro alrededor.
Señoras, señores, mi amigo, Luis Ponce de León.
José Luis Moisés González.
Gracias al Ramiro de Maeztu por todo lo que me ha aportado en mi vida y gracias a todas las personas
que han organizado este acto. Gracias por esta oportunidad para recordar. Recordar significa “volver a
pasar por el corazón”. Hoy pasa de nuevo por mi corazón esa etapa que comenzó después del verano del
96 en el que se celebraron los juegos olímpicos de Atlanta y en el que nació la oveja Dolly.
Después de ese verano del 96 me cambiaría de instituto, iría al “Ramiro”. Muchas novedades a la vista,
un momento ilusionante, pero también de nervios e incertidumbre. Más de 25 años después sigo
recordando esa etapa del Ramiro como una de las mejores de mi vida.
Fue una suerte formar parte de una clase fantástica. Ya lo decía la profesora Ana Martínez, nuestra tutora
de 1o de Bachillerato en aquel entonces: “en ese grupo son una piña”. Las amistades dentro de clase y
también con el grupo de humanidades y ciencias sociales del Bachillerato Internacional fueron un
verdadero tesoro. Qué suerte poder todavía mantener esa amistad con algunos compañeros de clase,
incluso vecinos de pupitre, como José Luis Moisés, a los que no dejaré de admirar. Qué suerte poder
seguir viéndonos o al menos mantener el contacto a través de ese fenómeno de las redes sociales, que
justo empezaba a emerger en aquel tiempo.
De cada una de mis profesoras y profesores aprendí más allá de la materia impartida. Doy gracias por su
ejemplo como personas y docentes, ejemplo que ha continuado siendo mi guía durante mi propio camino
en la enseñanza: el ejemplo de Rosa Ma Muro, Ana Martínez, Carmen Rábade, Paz López-Corral, Paz
López-Fando, Ascensión Roncal, Pilar Ortega, Soledad Badillo, María Arroyo, Miguel Ángel González.
Qué orgullo haber podido pasar por este centro. Con agradecimiento, quiero celebrar de nuevo esos años
y el momento presente, recordando y volviendo a interpretar al piano una obra que estrené aquí en el
Ramiro, en esta misma sala, hace unos 25 años: Celebración.
Luis Ponce de León Barranco