José Domingo

 YO DISFRUTÉ DEL RAMIRO

   El problema de haber pasado disfrutando en el Ramiro toda tu etapa escolar (desde 1º de EGB hasta COU, es decir: desde 1977 hasta 1989) es que luego a la vida le cuesta estar a la altura.

   Disfruté muchísimo mis años de Universidad –de hecho yo mismo me convertí en profesor–, he estudiado e impartido docencia en España y después en el extranjero. Pero nunca jamás viví otra vez una experiencia educativa tan intensa y enriquecedora como la de "ser del Ramiro".

   Uno puede pensar que tampoco es tan raro que la vida de adulto no pueda competir con los bellísimos recuerdos de la infancia y la adolescencia; pero la realidad es que tengo amigos que no vivieron su colegio o su Instituto como yo. O quizá uno sólo esté idealizando al magnífico equipo de profesores que te abrió los ojos al conocimiento y a la vida cuando eras pequeño, y que ahora sencillamente vives con madurez la profesión docente, que tiene luces y sombras como cualquier trabajo; y, sin embargo, te sigue costando encontrar compañeros con el mismo grado de vocación, dedicación y servicio como recuerdas en tus profes del Ramiro.

   Y es que a  veces quedo con mis viejos amigos del colegio o del Instituto (estos últimos, veteranos espartanos supervivientes del Bachillerato Internacional) y aún nos impacta comprobar cómo, treinta años después, seguimos recordando cada frase, cada chiste, cada imagen, cada anécdota, cada clase. Todos tenemos la sensación de habernos hecho pequeños adultos en un ambiente privilegiado, de haber experimentado lo que la educación pública puede hacer cuando acierta a conjugar vocación, medios, humanidad e inspiración. Y baloncesto, claro.



   Todavía hoy disfruto haciendo un experimento con mis alumnos de Universidad: al hilo de cualquier tema que salga en clase, deslizo a propósito el comentario de que yo estudié en el Ramiro. Y siempre, siempre, al final de la clase se me acerca algún alumno a la mesa y me dice, tímidamente: "Profesor... yo también soy del Ramiro".

   Lo emocionante no es que, tantos años después, el Ramiro siga dejando huella en quienes tienen la fortuna de estudiar allí; o que baste mencionar que uno ha estudiado en el Ramiro para que un alumno sienta la necesidad de identificarse y contactar contigo, pues de repente ve como un igual; lo impactante es que el alumno universitario se refiera a ello en presente, no en pasado: yo soy del Ramiro.

   José Domingo Rodríguez Martín (Txomin).

   Profesor Titular de Derecho Romano en la UCM “Acreditado como Catedrático de Universidad”.